
No sabía que Baltasar
Comotto tocaba como soporte, me tomó por sorpresa. Ya lo había
visto alguna vez en el Luna Park, no recuerdo antes de qué banda , y
tuve exactamente la misma sensación: es un excelente
instrumentista, pero sus temas no me terminan de convencer. La banda
suena ajustada, la matriz de Pescado Rabioso es el molde de la
mayoría de sus temas, que nunca pasan de lo correcto. Además la voz
no ayuda (en este punto me pasa lo mismo con Skay). Tocó un buen
rato, dedicó temas a Miles Davis y a Luis Alberto Spinetta, y saludó
y agradeció a medio mundo.
Cuando se apagaron las
luces, y mientras varios detectábamos los huecos en las primeras
filas para ganar espacio con astucia, y ya no peaje de por medio,
Jack Bruce entró al escenario acompañado solo por su baterista
Frank Tontoh y el guitarrista Tony Remy. En formato trío hicieron
“First time I meet the blues” de Buddy Guy, un artista que no
hace mucho ocupó el mismo escenario. Después sí entró el resto de
la Big Band Blues prometida, y se agregaron a escena los tres vientos
(Paul Newton en trompeta,Derek Nash en saxo y Winston Rollins en
trombón) más el tecladista Paddy Milner. Y en ese instante quedó
claro que íbamos a presenciar una noche de blues clásico y con
todos los aditamentos. De todas maneras no fue hasta que los oídos
detectaron la linea de bajo de “Politician” que la gente no
liberó sus primeras exclamaciones de asombro.
Es imposible contar el
blues. En este blog me gusta describir los estados y reacciones del
público a partir de los diferentes climas de un concierto, pero en
este caso es imposible. Una mecla de reverencia, admiración y
privilegio era lo que se percibía entre la gente que estaba viendo a
uno de sus próceres musicales haciendo un repertorio que,
felizmente, puso su énfasis en su etapa de Cream. Aquella banda es
recordada y reconocida por sus improvisaciones progresivas, divagues
psicodélicos y una complejidad en interpretaciones, pero en las
versiones de anoche los temas desnudaron su esencia blusera como
nunca. Despojadas, lucieron primales y atemporales, mientras la banda
que acompaña a Jack Bruce desde hace dos años dejaba en claro que
es un auténtico seleccionado de sesionistas. El trombón de Rollins
tuvo su espacio destacado en “Spoonful”, y la guitarra de Tony
Remy (una especie de Robert Cray menos prolijo, con algo de Vernon
Reid podría decir) arrancó aplausos en cada intervención. Y una
figura descollante que fue el tecladista Paddy Milner, quien a pesar
de no tener su pasaje de lucimiento en solitario, es (además de
Jack, claro) el alma de la banda.
Jack Bruce está viejo.
A ver, para que se entienda sin que nadie se sienta ofendido: hay
muchos músicos en actividad con su edad (69 años) y especialmente
en el mundo del blues. Pero hay algo en el andar de Jack, en su paso
lento, en cada uno de sus movimientos que dejan en claro esta
condición. Para colmo quien le organizó la gira no parece tener
mucha noción de Sudamérica, puesto que lo hicieron tocar el 25 en
San Pablo, el 26 en Buenos Aires, para llevarlo otra vez a Brasil
(esta noche en Porto Alegre). Salió a tocar con un pantalón de
entrecasa que lo vuelve una especie de abuelo o padre (cada lector
sabrá a qué imagen lo relaciona mejor) en la intimidad de un
informal asado familiar, y además llevaba puesta una campera de
cuero que tiene tantos recorridos y batallas como el propio Jack.
Hasta guarda gestos paternales para con sus músicos, como la manera
en que le acarica la cabeza a Frank Tontoh después de su solo de
batería. Pero a la hora de tocar, no se nota en lo más mínimo. Y
si bien la voz sí ha sufrido más el paso del tiempo, el oficio lo
hace salir airoso, aún en momentos melódicos como “Theme for an
imaginary western”, en donde se sienta en el piano y hace ingreso
en el escenario Nick Cohen, un bajista “suplente” que luce el
mismo alto nivel que el resto de los músicos de la banda.
Todo, o casi todo fue
Cream. Salvo “Neighbor neighbor”, “You burned the tables on me”
o “Born under a bad sign”, aunque el clásico de Albert King supo
integrar el repertorio de esa banda. “We're going wrong” (con un
descomunal Remy) fue el momento de mayor expansión estilística. A
“Desert cities of the heart”, Jack Bruce la presentó como su
canción favorita del repertorio de Cream, y justo la enganchó con
mí preferida: “White room”. Allí cuando Bruce levanta la voz
aparece su timbre inconfundible y uno puede decir que entonces el
placer es completo. Y luego del solo de batería, “Sunshine of your
love” significó el cierre perfecto, con los dos bajos en escena,
tal cual lo hubiéramos ideado cada uno de los que estuvimos anoche
en el Gran Rex.
We've been waiting so
long, y por lo tanto nos merecíamos un poco más. Y Jack Bruce y los
suyos volvieron para hacer un par de temas extra. La despedida con el
“Mellow down easy” de Willie Dixon nos devolvió a la calle con
la convicción de que podíamos tachar una de las grandes deudas
musicales de nuestra lista de pendientes. El taxista del auto al que
me subí para regresar a casa me recibió indignado diciendo algo
como “estos ingleses se llevan la plata afuera mientras el pobre
Guarany se muere de hambre (????). Y yo, como podrán imaginarse lo
mandé, con toda mi alma, a mirar las plumas verdes.