Sensación
de que con el alma nos ve mejor. Así le cantaba el flaco a una
desaparecida cuando empecé a escuchar su música a los trece años.
Y la primera reacción que tuve cuando me enteré de su muerte fue
pensar que ahora él también nos ve mejor con el alma. Un boludo, me
reprendí al instante, porque en realidad si hay alguien que siempre
nos miró con el alma, ese fue el flaco Spinetta. Después pensé con
odio en los hijos de puta que le robaron la tranquilidad de sus
últimos días. Tampoco sirve de nada, pero la impotencia a veces
genera ese sentimiento del que estos tipos merecen hasta la última
gota. Mientras caminaba de regreso a casa, me puse a elegir por
enésima vez mi canción favorita. Cambié infinidad de veces a lo
largo de los veinte minutos y las diez cuadras que caminé. Ahora,
mientras me pongo a escribir, la elegida es “Canción para los días
de la vida”, cuando termine quien sabe. Finalmente me acordé que
tengo este blog en el que intento transmitir las sensaciones y
sentimientos que los conciertos a los que voy me dejan en la piel. Y
en esa necesidad de contar algo, de escribir y descargar cada uno de
los sentimientos que una noticia como esta me provoca, me propuse
hacer un repaso de la cantidad de veces que lo vi en vivo. Algunas,
no todas, porque por suerte fueron muchas. No sé si sirve, tal vez
ni siquiera pueda terminarlo, pero así como otros corren a poner el
CD de “Peluson of milk”, a mí se me dio por escribir esto.
Primero
que nada me acuerdo de un show gratis en Barrancas de Belgrano,
calculo principios del ’84. Yo había llegado esa misma tarde de
Santa Teresita y a la noche Spinetta tocaba con Jade en ese escenario
de madera medio destartalado que armaban de espaldas a Virrey Vertiz.
No había visto jamás a un guitarrista tocando en vivo, y en esa
formación todavía estaba Lito Epumer, pavada de debut me tocó.
Esa noche subió Pedrito Aznar e hicieron “Viento del lugar”, un
tema de un proyecto conjunto que jamás se concretó. Ya en ese
primer encuentro aprendí que al flaco había que gritarle entre tema
y tema, que él siempre iba a tener una respuesta ingeniosa a mano.
Hubo otros Barrancas más adelante, en especial uno con él solo
tocando con la Ovation, cuando Jade se había desarmado. Allí en
youtube andan los videos. Ese día le escuché hacer por primera vez
“Credulidad”, una de las que en el repaso de favoritas lleva las
de ganar. Y “La sed verdadera”, video que colgué del muro de mi
perfil en facebook hace un par de horas, por aquello de que “las
luces que saltan a lo lejos, no esperan que vayas a apagarlas jamás”.
Jade se había despedido en el Luna Park en el ’85. También fui a
ese concierto al que Spinetta terminó casi con un portazo porque
habían silbado a Charly García, con el que habían hecho “Una
sola cosa”; algo de otro proyecto que jamás llegó a concretarse
(aunque el inmenso “Rezo por vos” que dejaron vale por veinte
discos de cualquier otro artista). Y se chivó el flaco esa noche. Se
puso del orto porque no se bancó el paladar negro de parte de su
público poco receptivo de los “Clics Modernos” del otro flaco.
Así que terminó “Ludmila” y se fue casi sin saludar. Y eso que
era gallina a muerte el flaco, mirá si sabía de paladar negro.
Hasta me animaría a reformular el dicho y decir que “a cada
chancho le llega su platea San Martín”. A la salida, mientras
caminaba por Corrientes alejándome del bajo, pasé por la puerta del
Astros. Esa misma noche Sumo presentaba “Divididos por la
felicidad”. Fue la primera vez que me lamenté de no poder estar en
dos lugares al mismo tiempo.
El
proyecto que sí se concretó fue el disco con Fito Paez, “La la
la”. Lo presentaron en Obras, con las dos bandas tocando por
separado y juntándose para las canciones del disco conjunto. En esa
serie de conciertos Paez estrenó “Ciudad de pobres corazones” y
nos enteramos arrasados por un tifón que Fito podía ser mejor
cuando no era tan bondadoso. 14 de Diciembre del ’86. Cómo me voy
a olvidar si corrí el 15 y después de bajarme en Asamblea y Avenida
La Plata, volví a correr hasta mi casa con el corazón en la boca
para encender la tele y ver como el “beto” Alonso apuraba un tiro
libre y el uruguayo Alzamendi cabeceaba al gol el rebote en el palo
para que River sea campeón del mundo. Dicen los que presenciaron la
segunda función aquel día, que el flaco entró a los saltos con el
manto sagrado en el pecho.
Después
pasaron una serie de conciertos de la época de “Privé” en donde
Spinetta tocaba sin baterista, algo que yo aborrecía. Los ciclos ya
no se hacían en Barrancas de Belgrano, sino el Velódromo de
Palermo. Y al final lo llamó a “jota” Morelli en la época de
“Tester de violencia”. Ese disco tenía una canción que yo había
escuchado en shows varias veces antes y que amaba con devoción: “La
luz de la manzana”. Lo vi en el Fenix de Flores, antes que sea
boliche y después El Teatro de Flores. Y en Colegiales, cuando el
Teatro de Federico Lacroze todavía se llamaba Argos. Y me acuerdo de
un show que vi en vivo por TV en los jardines de ATC, porque mi viejo
no me dejó ir a causa de un kilombo grande que se había armado una
semana antes con los Cadillacs en pleno estallido de popularidad ska.
“Don lucero”, “Pelusón…” fueron discos a los que no
recuerdo haber visto en presentaciones, más allá que mi memoria
retiene versiones en vivo de “Fina ropa blanca”. Y de esa época
queda el paso breve por el escenario gigantesco de Retiro, adonde
ahora está el hotel, en la celebración de los cinco años de
democracia. Y también la noche en que los Virus lo llamaron para
ponerle la voz a “Imágenes paganas” en su primer gran show sin
Federico Moura.
Habían
pasado unos cuantos años sin presentaciones en vivo. Spinetta volvió
con el disco doble de Los Socios del Desierto. No sé cuantas veces
tomé real dimensión del tamaño de la obra ante la que estaba
parado, con la sola primera escucha de un disco. “So” de Peter
Gabriel, por ejemplo. Y seguro alguno más, pero no muchos y además
ahora no vienen al caso. Y el vivo de “San Cristóforo”, un disco
animal para los que por edad nos habíamos perdido de ver a Pescado
Rabioso. Para esa época vino a tocar al Parque Chacabuco. Un sueño.
Me acuerdo que el día del concierto no iba a poder estar, estaba
amargadísimo. Y por suerte llovió. Todo se llovió. Y no sé si lo
postergaron una semana o un día, lo que sí me acuerdo que fue un
domingo. Y que esa noche el flaco tocó “Los libros de la buena
memoria” casi en el patio de mi casa.
Claro
que me voy salteando algunos recuerdos, porque si me detengo en
detalles voy a perder la ilación con la que escribo, pero mi memoria
guarda un concierto en Puerto Madero, de espaldas al rio, antes que
terminen de parquizarlo. Y salto a 2001. A Diciembre de 2001. A una
noche de calor imposible, en un país imposible. El concierto se
había suspendido por el estado de sitio, estábamos todos muy
sensibles, habíamos visto muertes al por mayor y todavía no
sabíamos cuantas más nos tocaría ver. Queríamos que se vayan
todos. Todos menos el flaco. El flaco que no se vaya nunca, y el tipo
nos hizo caso con una versión de “Ana no duerme” que meddley
rapero incluido, parecía no terminar más. Se había ido Harrison
hacía pocos días, y Spinetta tocó una versión de “Don’t
bother me” que todavía me estremece cada vez que la escucho. Grace
Coceri cantó “Good night”, ese tema del Álbum Blanco del que
casi nadie se acuerda. El tipo siempre le escapó a la complacencia
de los hits y amaba los Beatles. Tanto que no había concierto suyo
que no terminara con los de Liverpool sonando en los parlantes. Casi
que presentaba dos discos esa noche, “Los ojos” y “Silver
sorgo”. En “Los ojos” hay un tema que se llama “Ekathe”,
dedicado a Carolina Pelleritti, su pareja de entonces. Treinta años
después de “Muchacha” el tipo todavía era capaz de dedicar su
amor con maravillas como esa.
“Para
los árboles” no fue un disco fácil de asimilar. Y la presentación
en el Rex resultó exclusiva para fans. Tocó unas pocas canciones y
al disco lo presentó de corrido en el mismo orden que el CD. Para
esa época Divididos había grabado “Despiértate nena”, y en uno
de los primeros festivales auspiciados por Quilmes, Mollo (casi que
pidiendo perdón por haberlo tenido de telonero), lo invitó a tocar
con la aplanadora. También estuve allí, en lo que eran las cancha
de tenis a metros de las tribunas del Monumental, que no hacían otra
cosa que traernos todo el sonido de rebote. “Pan” y “Un mañana”
son dos discos no tan difundidos (aún bajo los parámetros de
difusión de la obra de Spinetta) y que a mi gusto lo devolvieron al
más alto nivel de inspiración. Si en orden cronológico mi anterior
recuerdo fuerte de un concierto de Spinetta fue en el mes de
Diciembre de 2001, en el mismo mes pero en 2006, me di otro gusto de
los grandes. Mesa uno en La Trastienda. Un copa de malbec y Spinetta
tocando a metro y medio de distancia. El capricho de mi obstinación
por leer al revés las palabras que se reflejan en los espejos, me
sirvió ese día para adelantarme con la lista de temas escrita en
una hoja translúcida al alcance de mi vista. En esos días Nerina
Nicotra estaba empezando a reemplazar a Malosetti en el bajo.
Si
en los años 2001 y 2006, Diciembre fue un mes importante en mi
relación con el arte spinetteano, lo del 4 de Diciembre de 2009 fue
incomparable. En esos días mi cuerpo fue víctima de un raid
interminable. El Jueves 3 había trasnochado viendo a Me Daras Mil
Hijos en Niceto. El viernes laburé todo el día y salí corriendo
hasta Velez mirando la web del servicio meteorológico; poco más de
un mes antes me había bañado en la noche del regreso de Charly
García en el mismo estadio. Esa noche también el flaco había
aportado lo suyo. El concierto de las bandas eternas duró cinco
horas y media. El sábado volví al laburo casi sin dormir (los taxis
no abundaban esa noche por Liniers), y salí a mediodía del negocio,
corriendo de nuevo para votar en las elecciones de River y hacer a
tiempo para estar presente en la ceremonia en la que a mi mujer le
daban el diploma de profesora. Si cuento esto que estoy contando, es
porque llegué a tiempo, sino tendría ahora el “privilegio” de
estar compartiendo un fogón celestial con el flaco; no había
“Ekathe” que me salvara. Y esa noche de la que tanto se dijo tuve
la sensación de estar presente frente a todos los conciertos
históricos a los que no había podido ir. A ese concierto de domingo
a mediodía de presentación de “Artaud”, a los Luna Park de
Invisible, al regreso de Almendra en Obras. Al Seru Giran y Jade de
La Rural, porque Charly y Spinetta volvieron a tocar juntos “Rezo
por vos”. Si mal no recuerdo esa noche hasta aplaudí a
Juanse…mirá si habré hecho cosas por Spinetta! Nadie, pero
absolutamente nadie esperaba poder tomar conciencia en una sola noche
de la verdadera dimensión de lo que la obra de Spinetta significa.
Y ahora queda la paradoja que lo que fue una noche de repaso,
reencuentro y celebración, muchos la recordarán como una noche de
despedida.
Aunque
en verdad no fue tan así. El flaco siguió tocando en 2010 mientras
todos manteníamos la ilusión de que la noche del 4D haya despertado
la llama en cualquiera de las bandas reencontradas y podamos
presenciar un concierto completo de alguna de ellas. Y pedíamos y
exigíamos el DVD de esa noche que la magia hizo ruido y en serio.
Por mi lado queda el concierto en el Coliseo en Octubre de 2010 en el
que le cantó “Té para tres” a la madre de Gustavo Cerati
presente en la platea, y que cerró con “A Starosta el idiota”.
Ahora haciendo esos juegos medios bobos que uno hace
recontextualizando las letras de las canciones, puedo decir que
“vámonos de aquí” fue la última frase que escuché salir de su
boca desde un escenario, justo el día en que parece habérsela
tomado bien en serio a esa frase. Pero quiero terminar optimista
aunque me cueste. Entonces me retrotraigo a otro Diciembre, Diciembre
de 2008. En el día en que se recuerda la Declaración universal de
los Derechos Humanos, Spinetta y su banda tocaron gratis en el
anfiteatro de Puerto Madero, ahí pegadito a la fuente de Las
Nereidas. Esa noche el locutor anunció que mientras Spinetta hacía
su set, una madre había dado a luz a su hija detrás del escenario.
Con Spinetta al lado nunca mejor utilizada la expresión “dar a
luz”, verdad? Así que ahora pienso en esa criatura que conoció
el mundo con tanta buena energía y luz alrededor, y hago la cuenta
que ya tiene tres años y que seguro su inocencia lo hará correr en
jardines y soñarse gorrión esta noche. Y pienso en que va a crecer
y que todo aquello que la rodeó en su llegada al mundo, algún día
va a expresarse y tener su consecuencia y concreción. Y con el
recuerdo de esa anécdota bien presente al momento de terminar estas
palabras, sin darme cuenta caigo en que mi canción favorita ahora es
“Todas las hojas son del viento”.
9 comentarios:
Precioso.
Hermoso.
también optaría por Canción para los días de la vida.
Claro que Barro tal vez, tal vez.
Qué buena crónica. Qué repaso. Yo también estuve en ese Quilmes hermoso. Y también en Pto. Madero.
Un abrazo.
uy! que lindo... cuantos recuerdos moviste, tal vez porque muchos lugares que nombraste me retrotraen a algo vivido. Viví en Flores toda mi adoescencia y no me perdía los recitales de Barrancas de Belgrano, también estuve en el Velódromo y en Obras viendo la presentación de LaLala. Luego, por esos caminos de la vida, me fui a vivir a Santa fe, así que el último recuerdo que tengo de ver a "El Flaco" en un escenario, fue en el 2003, en Paraná. Me perdí muchos que vinieron despúes, me tuve que conformar con ver los videos. Pero bueno... más allá de todo "sigue la melodía" ;-)
precioso, me encantó...
Excelente Hernán, es muy bello...
Qué lindo el recorrido entre el tiempo, y las canciones.
Además de las que nombrás, mis preferidas de estos últimos tiempos fueron (ufff! son tantas!!!) Dos Murciélagos, Quedándote o Yéndote... Para ir...
¡Qué repaso! Es un alivio saber que no soy el único enfermito que recuerda en qué circunstancias tuvo lugar tal o cual (*docenas) recital.
No soy un spinettiano de ley, pero aún así nunca-nunca se me ocrurriría pensar en una (sólo una) canción favorita: siempre tienen que ser por lo menos 10. En este momento, encabezando esa lista por orden de ocurrencia, estaría "Cada luz".
La anécdota de Te para tres y el vámonos de aquí ponen la piel de gallina. Muy bueno mr Dardes, muy bueno. Y da penita.
Publicar un comentario