Me había perdido las dos visitas anteriores de Placebo al país, era una deuda pendiente, porque (youtube mediante) siempre fue una banda de la cual tenía las mejores expectativas de su performance en vivo. Inicialmente el show iba a ser en GEBA, pero a último momento se cambió por el menos pretencioso (en cuanto a capacidad) estadio Islas Malvinas. Cosa curiosa: banda británica tocando en un estadio con ese nombre un 10 de Abril, 28º aniversario de la plaza de Galtieri y aquel nefasto “si quieren venir, que vengan….” Pero claro, nadie repara en esta curiosidad, de hecho la mayoría del público ni siquiera había nacido por esos días. Y si se trata de curiosidades, no deja de ser otra que quien actúe como telonero de Placebo sea el mismo baterista de la banda, (Steven Forrest, ex miembro de Evaline, quien en 2008 reemplazó a Steve Hewitt), con un set acústico de media hora con interesantes canciones y una voz más que emotiva.
El show tuvo un comienzo accidentado, porque después de la introducción con un video de un sol eclipsado, la banda salió a escena y sufrió un corte de sonido a los pocos segundos, lo cual obligó a reiniciar equipos y demorar el inicio unos minutos. Después sí, Brian Molko (de pantalón blanco ajustado y camisa negra) y los suyos largaron el show con "For What It's Worth" y “Ashtray Heart”, ambas del último disco. La segunda canción, además, coincide con el primer nombre de la banda en sus comienzos, allá por los años ‘94 y ’95. Cuando escuché “Battle for the sun” por primera vez me dejó una sensación extraña. Placebo venía de presentar con “Meds” su trabajo más oscuro, y el nuevo álbum resultaba la exacta contracara de aquel. Si bien los temas no estaban mal, había algo que no me terminaba de convencer, idea que quedó relegada fuerza de escuchas, y que se esfumó definitivamente anoche cuando escuché las canciones de “Battle for the sun” en sus versiones en vivo. El tercer tema fue precisamente el que le da nombre al disco y se convirtió en el primero de los muchos momentos memorables que se vivieron anoche en La Paternal.
Placebo funciona como trío solo para la foto. Sobre el escenario son seis músicos, además de Brian Molko (guitarra y voz), Stefan Olsdal (guitarra y a veces bajo) y Steven Forrest (batería), hay un tecladista que a veces es también bajista, un tercer guitarrista/bajista, y una dama encargada del violín y más teclados. Pero son Oldsal y especialmente Molko los que llevan el peso del show. La voz de Brian se oyó limpia, por encima de un sonido sobrecargado de guitarras, que bien podría haber conspirado contra la misma y es el sello indudable de la banda. Además como líder es quien se comunica con el público y tiene la particularidad de no tocar dos temas seguidos con la misma guitarra. El set de la banda se viene repitiendo desde el comienzo de la gira y eso le entrega al show coherencia y contundencia extraordinaria. La electricidad y potencia son interrumpidas con tramos más densos e hipnóticos, siempre con “Battle for the sun” como columna vertebral del show.
En ese primer tramo hubo momentos para todos los gustos, y se destacaron “Breathe underwater”, “The never ending why”, y la triada de clásicos: “Follow the cops back home”, “Every oyu, every me” y “Special needs”. Placebo sencillamente arrasa. El público participa, salta a veces, pero sin euforia. La gente se mantiene como fascinada, impávida ante la extraordinaria energía de la banda. Hay alusiones expresas a las drogas (“Julien”), y más descargas eléctricas (“Meds”). Placebo sigue cautivando y arrollando por dosis iguales; supera los inconvenientes técnicos con profesionalismo, porque además del fallido arranque, la pantalla que cubría el fondo del escenario dejó de funcionar por dos o tres temas. Por suerte lo sí funcionó a pleno fue el impactante set de luces, hechizante e intenso a veces, un bombardeo lisérgico otras. Y es hacia el final cuando la catarata de hits termina por justificar el calificativo de grandioso para el show. Porque “Song to say goodbye”, “Special K” y la formidable “The bitter end” cierran un show nada amargo y a pura adrenalina.
Los bises, después de la proyección de un repetitivo video de una bailarina girando como muñeca de cajita musical, fueron otra muestra de la mejor versión de la banda: “Trigger happy” (un estreno de la gira), y dos descargas explosivas de furiosa densidad eléctrica: “Infra-Red” y “Taste in men”. Con tres visitas en cinco años, Placebo parece haberse convertido en esas bandas extranjeras que juegan de local en estas tierras, aunque en este caso, después del Luna Park y el Club Ciudad, apenas fuimos poco más de cinco mil los que pudimos disfrutarla.
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