
Cuarta vez que voy a ver
a Pearl Jam, tercera que voy a dejar registro en este blog, y tengo
miedo de mirar los post anteriores y notar la manera en que me
repito. No, no es que los shows hayan sido un calco ni mucho menos,
pero es imposible no poner en primer lugar a la hora de relatar el
evento, la increíble conexión que existe entre la banda y su
público argentino. A los picos emotivos, a una serie de escenas que
son premeditadamente recreadas, y que siguen funcionando como un
intercambio de energías entre los músicos y su gente. Público al
que no solo me refiero en general,, a sus actitudes y los códigos
que se han creado, sino que cada uno de los que estuvimos anoche
tenemos un punto de comunión particular con la banda. Incluso la
ciudad, que ya los había recibido en el mismo estadio en 2011, y que
cuando vinieron en Abril de 2013 a Costanera, se había levantado
azotada por una tremenda inundación, tiene mucho para contar acerca
de Pearl Jam. En mi caso el recuerdo pasa por aquel cambio de último
momento en los shows de 2011, la salida del estadio de Boca para
pasar a Ferro, acercándome a la banda a quince cuadras de casa y
evitando tener el recuerdo de ese primer encuentro asociado a un
espacio tan poco simpático, cuyos highligts tienen que ver con lo
deportivo: una vuelta olímpica y la pelota naranja, una vaselina
bajo la lluvia y una aparición agónica de un bastardeado zaguero
saltando hacia la inmortalidad.
Ayer llegué
tempranísimo, casi que tuve que esperar una hora y media con mis
Halls strong ($40 el paquete de Oreo en el estadio) a los Capsula,
que hacían las veces de banda soporte. Surgidos de Argentina,
radicados en España, tocaron con Pearl Jam en Bilbao en 2010, y
ahora los invitaron a abrir este show. Garage rock crudo, mucha
actitud en el vivo, aplomo, pero desde donde yo estaba (cabecera) el
sonido no ayudó. Si bien el estilo no requiere de sutilezas, por
momentos a mis oídos llegó apenas una bola de ruido distorsionada
que me impide juzgarlos como corresponde.

A esa hora parecía que
la convocatoria en el campo iba a ser menor, pero cuando unos cuantos
minutos después de las 21hs, la banda empezó el concierto con
“Pendulum”, el marco era el esperado, mientras todavía seguía
entrando gente. “Lightning bolt” era la única novedad de la
banda desde su visita de 2013, pero dado que el álbum ya tiene mucho
rodaje, lo de novedoso resultó relativo. Eso sí, el rojo negro y
blanco que caracteriza al álbum era lo que resaltaba desde el fondo
de un escenario sin grandes pretensiones, aunque con una puesta
lumínica más que efectiva.
Recorrer tres horas de
concierto, sus climas, sus diferentes grados de emotividad es más
fácil vivirlo que contarlo. El show comenzó, como Pearl Jam nos
tiene acostumbrados, tranquilo, ganando en intensidad, una especie de
llamado a la inevitable comunión. Así fue el comiendo hasta que
“Mind your manners” marcó el primer momento al palo. Y “Do the
evolution”, por si alguien todavía no se había despabilado.
La banda sonó bien,
Mike Mc Cready la rompió (en especial en “Dissident” y “Even
flow”), Eddie Vedder cantó igual de bien que siempre, aunque en
algunos agudos la voz le jugó alguna mala pasada (en el falsete de
“Sirens” específicamente), y el resto fue todo lo contundente
que uno puede esperar de la base Cameron-Ament y el aporte
insustituible de Stone Gossard. Y no puede olvidar los teclados de
Kenneth Gaspar. Cuando apelan a los medios tiempos y a los climas
íntimos, conmueven. Cuando se trata de rockear, arrasan.

Hablar
del cuerpo del show resulta relativo, porque anoche sonaron 33 temas
y apenas 19 compusieron ese tramo. “Gracias por hacernos sentir tan
grandes, ahora nuestras vergas están iguales”, chapuceó en
español Eddie Vedder en uno de los tramos en los cuales entabló
contacto extra musical con el público. A veces las charlas (en
especial cuando son en inglés, porque Vedder habla fluido y la gente
capta el mensaje igual) resultan de una complicidad entrañable. El
vino, en copa primero, de la botella más tarde, suele acompañar
esos tramos, como cuando Vedder contó sobre su año difícil, sobre
el acierto de traer a su hija a la gira, y verla asombrada por el
cariño del público. Obvio, ahí sonó “Daughter”. Y después de
la conmovedora “Inmortality”, el show cerró a puro nervio
grunge con “Life wasted” y “Rearviewmirror”, y un pico de
electricidad y adrenalina como solo Pearl Jam puede alcanzar .
De
allí al final el concierto transitó un espiral de épica que ni las
luces encendidas del estadio, ni la suave despedida final con
“Indifference” pudieron atenuar. Si de entrada “Footsteps”
fue un mimo particular para fans (al clásico B Side de "Jeremy" no lo
habían tocado en ninguna de las visitas anteriores), lo que siguió
fue de igual tenor, mezcla de la sorpresa ante lo imprevisible, y la
gratitud común cuando lo predecible tiene tanto de afinidad. A
Lennon se lo homenajeó con “Imagine”. A Johnny Ramone con su tema
favorito de la banda (“Corduroy”) y con la versón de “I belive
in miracles”. “Jeremy” y “Porch” sonaron antes que la
banda vuelva a retirarse a tomar un poco de aire (eso si es que
después de “Porch” quedaba algo de aire dentro del estadio).

“Leaving
home”, “Better man” y (a pedido)”Red mosquito” los
devolvieron al escenario participativos. Una chica en primer plano no
paraba de llorar emocionada mientras las cámaras no dejaban de
tomarla. Eddie destacó el trato para con las chicas en los primeros
lugares contra el vallado, citó a la marcha de unos meses atrás y
desplegó un letrero con la consigna “Ni una menos”. Lógicamente
fue ovacionado. Y todo hasta que con “Black” se revivió el
momento más íntimo y cómplice que tiene el público local con la
banda. El grupo termina de tocar, la gente sigue coreando y la escena
se prolonga con los músicos aplaudiendo a la gente. Nada nuevo,
claro, pero Eddie Veder contó de cuánto los sorprendió eso la
primera vez que vinieron, y cómo se siguen sorprendiendo al ver que
se repite en cada visita.

Llegó
“Alive” infaltable, y cuando todos esperábamos el “Rockin`in
the free world”, se despacharon con una versión de “Baba
O’Riley” que dejó en claro que pocas bandas le hacen tanto honor
a los Who como Pearl Jam. Las luces en el estadio ya estaban
encendidas por completo desde hacía un rato, y solo el hecho de
conocer el tono con el que Pearl Jam elige vestir las despedidas nos
mantuvo alertas con la vista al escenario.
Alguna vez Eddie Vedder dijo que “Indifference” trata sobre la
impotencia de quien transitó su vida sin dejar huella; de las vidas
irrelevantes. Así que la elección de despedida casi que resultó
una ironía. Todos los que estuvimos ahí salimos con una nueva marca
indeleble en nuestra memoria. Cuarta visita al país, quinto show en
Argentina, y las sorpresas, y la intensidad de las emociones siguen
tan vigentes como aquel amor a primera vista de 2005. Y, por
supuesto, prometieron volver.