
Después
del show del Teatro Opera del año pasado, había vuelto a ver a Richard Coleman
otra vez, y también en La Trastienda. El
espacio se lleva a la perfección con Richard y sus fans, y esos shows se
convierten en reuniones casi de amigos. Se han vuelto encuentros frecuentes en
donde a veces hay sorpresas, amigos, anuncios, y otras simplemente las ganas de
juntarse a tocar y a escuchar música. Aquel show en el Opera había estado
enmarcado por las emociones a flor de piel luego de la partida definitiva de
Gustavo Cerati. Ayer la situación podía volver a reeditarse, un día antes se
había cumplido un año de la muerte de Gustavo y Richard Coleman había
participado con otros músicos en un homenaje en el Centro Cultural Kirchner. Y
tal vez fue ese evento el que permitió descargar las energías evocadoras porque
a pesar de la efeméride, cuando en el show de anoche correspondió apelar al
pasado, se limitó al propio.

Llegué
a La Trastienda casi sobre la hora, esta vez había optado por las mesitas del
entre piso, así que cuando Richard Coleman y su banda empezar el show con “Jamás”,
aún no me habían alcanzado las papas fritas con las que había decidido
conformar al estómago hasta una cena que sería lógicamente demorada. Y ni bien
arrancó el concierto hubo un detalle que a ningún fan se le podía pasar por
alto: Richard Coleman se había vuelo a vestir de negro. Ese dato necesariamente
tenía que indicar algo de lo que sería el show, pero en seguida el mismo
Coleman se encargaría de citar un dato que terminaría por anticipar el
recorrido y el tono de la noche: Ultrapop había reeditado “Siberia Country Club”.
A continuación siguieron la furia de “Normal”, y los temas de ese disco que
mejor linkean con el sonido post punk de la banda: “Jardines líquidos” y “Cosas”.
Y “Es tres” para cerrar un comienzo de show digno de 2012.

“Veo
todo en blanco y negro” canta Richard en “Cosas”, y casi que resultaría una
pista para los viajes al pasado que bien dosificados, aparecerían a lo largo de
la noche. Porque después del “Prohibida”, primera cita a “Incandescente”,
Coleman quedó solo en el escenario para una perla extraída del disco de rarezas
de Los Siete Delfines (“Dudosa estrella”), uno de los temas propios inéditos en
aquel trabajo: “El corazón de los amables”. Tremenda versión de un tema poco
conocido, que merece sin duda un lugar en el próximo DVD a filmarse en
Noviembre. Ese show fue otro de los anuncios de anoche. El Vorterix parece ser
el lugar elegido, aunque tampoco se lo anunció con absoluta certeza. “Incandescente”
resultó una buena elección para seguir en el tono de “El corazón…”, y luego de
unos problemas técnicos, su versión de “Computer world”, ya incorporada
definitivamente a los setlist.
Es
en “Lo que nos une” en donde Coleman encontró la mejor manera de plasmar las
sensaciones y pensamientos durante esos cuatro años en los cuales Cerati se
mantuvo en una nebulosa imposible de descifrar. Se trata de lazos invisibles,
de recuerdos comunes y también de imaginar lo que nunca será. “Turbio elixir”
habla de cuerpos llamados a permanecer, y aunque la función en la lista probablemente
haya tenido que ver con seguir citando al reeditado “Siberia Country Club”, resultó
una lógica continuidad en ese tramo del concierto.

Hace
un par de meses, aunque no haya dejado testimonio en el blog, había visto a
Coleman en el mismo lugar, y en ese show estuvo de invitada Andrea Alvarez.
Luego Richard devolvió el gesto cuando Andrea presentó su excelente “Y lo
dejamos venir” en el Vorterix. Pero esta vez el invitado llegó para evocar un
pasado común: Roly Ureta. Y aunque parte de ese recorrido en común incluya un buen tramo de la vida de Los Siete Delfines, Richard lo presentó
como ex Fricción. Y claro, la triada que descargaron a continuación, justificó
ese recorte: “Heroes”, “Amar con lástima” y “Enjaulados”. Con los dos
guitarristas, sumados a Daniel Castro en el bajo, sobre el escenario estaban
3/5 partes del Fricción que grabó el álbum que incluye esos temas: “Para
terminar”. Habría que buscar
antecedentes, pero fue lo más cerca a una reunión que yo tenga memoria.
Había
que bajar de alguna manera. El propio Coleman anunció que de eso se trataba lo
que seguiría, y con “Corre la voz” y “Hamacándote”, el concierto se encaminó
hacia un final que se concretaría con otra cita al pasado: desde “Nada
memorable”, llegó “Tuyo”. Y después sí la despedida, con “Fuego”, que si bien
pertenece a “Incandescente”, se acomoda mejor que ningún otro al espíritu de “Siberia…”

Richard
volvió solo para así hacer “Cuestión de tiempo”, y la banda volvió para “Down
by the River” de Neil Young y cerrar
otra vez citando a “Siberia Country Club” con “Memoria”. “Perdí la memoria, no sé qué pasó. No tengo
historia y no sé adónde voy” canta Richard en una despedida que si uno la
juzgaba con lo que había terminado de vivir, parecía más una ironía que otra
cosa. Porque a lo largo de la noche, el pasado había dado buenas muestras de su
vigencia, y el artista demostrado de tenerlo bien presente. Y porque cuando uno miraba a los músicos
abrazados despidiéndose de su público, el rumbo a seguir también parece ser
preciso: después de otra noche cercana a la perfección, esa banda merece tener
su testimonio fílmico. Y felizmente así será, aunque todavía haya fecha confirmada.