
Cuando hace un año y
pico me fui de Niceto después del primer show en solitario de Johnny
Marr en la Argentina (el evento resultaba un sideshow del
Lollapalooza 2014, en el que le dieron poco espacio y lo confinaron a
un horario demasiado temprano), lo hice con la convicción de que lo
veríamos de nuevo por estas tierras. Era una sensación difícil de
explicar, que se basaba más en una propia intuición (que a decir
verdad, ha fallado más de una vez) que en la promesa del músico,
pero que como expliqué en la crónica de entonces, se sustentaba en
que a Johnny Marr lo seguía el nucleo “duro” de fans argentinos
de los Smiths, y eso me hizo pensar que semejante tenacidad merecía
recompensa. Y desde ya, con las emociones de la primera experiencia
frente a frente a flor de piel, que había reciprocidad en lo ferreo
de la incipiente relación.
Pues bien, pasó
muchísimo menos tiempo que el imaginado, y fue la gira de
presentación de “Playland” la que lo trajo de nuevo a la
Argentina. Y como si aquella intuición resultara una verdad
constatada por el universo, la cita se consumó en el mismo espacio:
Niceto Club de Palermo. Con un clima bastante más frio que la
primera vez, pero solo afuera del recinto. Adentro Niceto estaba
desbordado de gente e igual de cálido que un año atrás.

En cuanto a estructura,
el show tuvo casi la misma que la del año pasado. Temas propios y
las canciones de The Smiths (más algún cover), mechadas en los
momentos cruciales del concierto. Si alguien que fue a aquel y no a
este intenta imaginárselo, le bastará cambiar un par de nombres en
la grilla, reacomodar no más de dos o tres temas y listo. Poque
aunque ahora los discos propios son dos, la esencia de la intención
del guitarrista de Manchester parece ser incluir una presencia bien
notable de su pasado más glorioso en los shows. La etapa actual de
Marr lo muestra en su momento más inspirado desde la lejana
separación de los Smiths, y tal vez sea esa inspiración la que haga
que el combo presente/pasado resulte imposible de divorciar.
La apertura (tan
puntual como en 2014) fue con “Playland”, el tema que le da
título al segundo trabajo solista. Post punk en su versión más
pura, que podría sonar a destiempo y que sin embargo convence de
entrada. Y en seguida “Panic” provoca el primer pogo de la noche.
Yo ya no estoy para grandes sacrificios físicos a la hora de vivir
un show, pero la estampida me perdió entre la gente y emergí a unos
pocos metros del escenario, privilegiada posición que mantuve hasta
el final del concierto. Había llegado bastante sobre la hora, había
pasado por la barra, y el amontonamiento me había impedido acceder
del todo a la pista.

Hablando de posiciones,
la vez pasada estuve en el que se supone que es el VIP, arriba y bien
cerca del escenario, pero también de uno de los parlantes que me
atronó y que no permitió que disfrutara de todos los detalles de la
banda. En esta oportunidad sucedió todo lo contrario, y es notable
gozar de un grupo que a la medida del talento de Marr, es pura
energía cuando corresponde, pero muestra infinidad de detalles y
exquisiteces en cada arreglo, con un sonido en vivo que es sumamente
más poderoso que el que el cuarteto alcanza en su versión de
estudio. Así sonaron por ejemplo “The right thing right” y “25
hours”, una de cada uno de sus discos solistas. Y esa energía se
vuelve dance irresistible con la celebradísima “Easy money” y
una linea de bajo que le debe su existencia a la inspiración de
Peter Hook. “New town velocity” es dueña de una sugerente
belleza y es una excelente decisión que sea una de los temas de “The
messeger” que hayan permanecido en el setlist.

Para los ansiosos que
chusmeamos los detalles de la gira no resultó una novedad, pero no
por eso no dejó de ser una bendición, que Johnny Marr nos regalara
“The headmaster ritual”, aquel tema que abría “Meat is murder”
y cuyos arreglos de guitarra bien justifican el paso de Marr por este
mundo. El bueno de Johnny entendió cómo venía la relación con el
público, colgó una bandera argentina con la inscripción “Johnny
genius Marr” en el escenario (regalo de fans, seguramente), se
adelantó varias veces durante los solos, respondió con gestos a los
elogios y esta vez no nombró a Kun Agüero, que por estos días es
nuestro y solo nuestro.
El show fue breve,
compacto y bien dosificado. “Back in the box” y “Generate!
Generate!” nos pusieron lo pelos de punta, “Bigmouth strikes
again” nos reclamó más energías, cantamos el estribillo de “The
messenger”, disfrutamos de “Candidate” (tema nuevo tocado como
adelanto el año pasado), volvimos a bailar con “Getting away with
it” de Electronic, y despedimos a Marr repitiendo eso de que “never
never want to go home” y que si esa noche era la última, nada nos
importaba un carajo. “There is a light and it never goes out” es
un hit, un mantra, y funciona como un mutuo agradecimiento eterno:
“the privilege is mine”.

El regreso no se demoró,
y esta vez Johnny Marr abandonó la pretensión de ponerse a la par
de su ex compañero de juventud en “Please, please, please let me
get what I want”, aunque no se resignó a abandonar a los Smiths
para el primer paso de los bises. Entonces hizo “Stop me if you
think I've heard this one before”. Después “Upstarts” y
terminó el show en una versión de la banda más oscura, recargada
de guitarras por momentos superpuestas y saturadas. Primero un cover
potente de “I feel you” de Depeche Mode, casi para congraciarse
con este cronista y
su nuevo proyecto radial, y por último ese
temazo que es “How soon is now”. Algo que se sabe desde siempre,
pero que expuestos los sentidos ante una nueva escucha, es imposible
dejar de repetir.

Eran 22:35hs, para los
que laburamos al otro día resultaba casi ideal. Llegué a casa
temprano, justo para la trifulca entre brasileños y colombianos al
final del partido. Durante el trayecto de regreso un taxista intentó
explicarme por qué el rock empezaba y terminaba con La Renga, pero
lo que me dijo entró por un oido y salió por el otro. Podría haber
contestado que el rock es “the son and the heir of nothing in
particular. You shut the mouth”, pero no valía la pena.