domingo, 15 de noviembre de 2009

Living Colour en La Trastienda

La película de Living Colour empezó hace poco más de veinte años con un hito inigualable, su disco debut “Vivid”. Y por más que se han esforzado y hecho cosas admirables en el camino, aquel primer paso resulta inalcanzable y por ese motivo sigue siendo el pilar fundamental de sus shows; que por otra parte no hacen otra cosa que confirmar lo que a esta altura parece innecesario: Living Colour es una banda para disfrutar en vivo.
De sus cuarto visitas a Argentina, esta es la segunda vez que los veo (la anterior en 2001) y la impresión fue exactamente la misma: una banda demoledora que no da respiro, que conciente de su virtuosismo no hace de este una exageración y antepone las canciones al lucimiento. Que saben moverse por varios estilos siempre al servicio de su veta rockera inclaudicable, y que están dispuestos a dejar sangre y sudor (no hay lugar para las lágrimas en esto) sobre el escenario para que el público no solo se vaya conforme, sino empachado de su música.
Anoche la apertura confirmó la importancia de “Vivid” en su discografía y la seguidilla de “Deseperate people”, “Middle man”, “Funny Vibe”, y su densa y contundente versión de “Memories can’t wait” de Talking Heads, se encargaron a poner al público en contexto y prepararlo para casi dos horas y media de un show arrollador. La presentación de su reciente trabajo “The chair in the doorway” es algo más que una excusa, porque el set tiene una muy buena dosis de ese disco y algunos de esos momentos se transformaron en picos del recital: “Burned bridges”, “Bless tose (little Annies prayer” y especialmente “Decadance”. De todas maneras los clásicos siguen teniendo lugar, y se escuchan algunos como “Go away” y “Glamour boys”, e incluso sirven como soporte para los momentos de lucimiento personal: la amplitud y la capacidad vocal de Corey Glover en “Open Letter (to a Landlord)”, y el solo de bajo en “Bi”, en donde Doug Wimbish hizo sonar su instrumento como una guitarra (cita a “The Goodfather” incluída) y arrancó una ovación del público. A estos les sigue Will Calhoun, y un solo de batería con ayuda electrónica, que termina con el escenario a oscuras y sus manos empuñando palillos luminosos que libran una batalla contra los tambores y platillos que parece salida de Star wars.
Living Colour es una de esas bandas que el público argentino ha adoptado como propias, y que ya merecen el canto “…es un sentimiento..no puedo parar…” en varios momentos del show. Pero el momento de máxima comunión se da en “Elvis is dead”, tema que el público había coreado minutos antes y cuyo estribillo es cantado en español. Entonces ahora es “Elvis está muerto”, y que podría ser rebautizado “Elvis está muerto, pero no tanto”, porque en un meddley Living Colour cita a Elvis haciendo una mortífera versión de “Hound dog”.
El último tramo incluyó una sorpresa inesperada: el espíritu punk que habitualmente queda expresado en el “Should I stay or should I go” de los Clash, esta vez fue representado por una poderosísima versión de “In bloom” de Nirvana que a Living Colour le sentó a la perfección. Para el final “Time’s up” y “Cult of personality” dieron por finalizado de la mejor manera el show, con el mosh de Corey Clover y Doug Wimbish incluido. Salí medio aturdido con la pirotecnia de Vernon Reid todavía rebotando en mi cerebro, y que por un momento me dio ganas de gritar a la gente, que como si se tratase de una función de cine, esperaba afuera el segundo show de la noche: el asesino es el guitarrista! Pero en el fondo hubiese sido injusto con los otros tres cómplices.